La casa de Bernarda Alba (1936) es la historia de una madre intolerante, dominante y de mente estrecha, que ejerce una dictadura sobre sus cinco hijas con mano de hombre cruel. Superficialmente, Bernarda es la única tirana que victimiza a los demás por su carácter opresivo, pero no es así, ya que en este drama existe un sistema jerárquico muy engorroso. Las relaciones de rango se tornan interminables porque existen entre las personas que viven en el interior y exterior de la casa, entre colectivo e individuo, elementos naturales y humanos, normas sociales y justicia tomada por las manos de los residentes del pueblo.
El silencio, la oscuridad y el encierro que existe en la casa son instrumentos de dominio utilizados por Bernarda para reprimir sexualmente a los seres que habitan dentro de la casa. El silencio que exige Bernarda los frena psicológicamente privándolos de su libertad de expresión. Según, Lorca comenta en una entrevista, para él la luz significa alegría. El refleja la amargura que viven los seres que viven en la casa de Bernarda con la oscuridad, ellos no tienen luz, entonces no poseen felicidad. El encierro físico no se limita a un solo espacio porque la casa es como una cárcel dividida en celdas. Las celdas son los cuartos habitados por cada una de las hijas de Bernarda, pero en otro cuarto esta encerrada la madre de Bernarda representando la celda de castigo, de la cual se le prohíbe salir. A la madre de Bernarda le corresponde estar castigada porque expresa sus sentimientos usando la locura cómo modo de exteriorizar sus ansias de libertad, que le ha sido prohibida por su hija.
Federico García Lorca dijo en una entrevista:” En cada cosa hay una insinuación de muerte. La inquietud, el silencio, la serenidad, son aprendizajes. La muerte está en todas partes. Es la dominadora…Hay un comienzo de muerte en ratos que estamos quietos.”. Ese pensamiento de él, está plasmado en esta obra porque en ella, él nos hace sentir la fuerza de la muerte, en La casa de Bernarda Alba. Allí, las paredes son blancas cómo la mayoría de los panteones de un cementerio, el negro, en el color de la vestimenta de los personajes es el luto como consecuencia de la muerte. La obra se abre con muerte, pues el esposo de Bernarda y padre de sus hijas, excepto de Angustias, ya había fallecido antes de comenzar la misma. La casa de Bernarda Alba inicia en medio de un velorio, entonces Bernarda implanta un luto de ocho años. El luto se une al nacimiento de sentimientos de pasión, odio y envidia entre las hijas que se incrementan paulatinamente cómo si la muerte fuese la dominadora cómo lo expresó Lorca. La casa de Bernarda Alba termina también con muerte, porque se suicida Adela, la hija menor de Bernarda.
En esta misma entrevista, hace referencia a su pasión por la tierra:”Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajadores del campo. Por eso hay en mi vida un complejo agrario, que llamarían los psicoanalistas. Sin este amor a la tierra no hubiera podido escribir Bodas de Sangre. Y no hubiera tampoco empezado mi obra próxima: Yerma. En la tierra encuentro una profunda sugestión de pobreza.” Es evidente que esta entrevista fue realizada, antes de que Lorca escribiera La casa de Bernarda Alba, pero al igual que en Bodas de sangre y en Yerma, él deja plasmada en ésta lo que la vida rural le inspiraba. El drama florece en un poblado de Granada y plasma la concepción campesina típica que se vive en ese momento, con un comportamiento enfocado en las costumbres más arcaicas y con una norma drástica y ocluida. Aquí se destaca Lorca como conocedor de las desigualdades sociales en el mundo rural y del odio entre las personas de la misma clase. Si sus primera emociones no hubiesen estadas ligadas a la tierra, no le hubiese quedado este trabajo tan perfecto.
Bernarda dice que los pobres son cómo animales, en su pueblo ella es la más rica, pero sí se muda de allí, entonces ellas serán las pobres. Ella maltrata a Poncia, a pesar de que lleva muchos años trabajando para ella y Poncia, la odia a pesar de que no le queda remedio que obedecerla. La criada cumple las órdenes de Poncia, pero al mismo tiempo la criada es despiadada con la mendiga que tiene hambre. Bernarda justifica las reglas que impone con “el que dirán” de los del pueblo y por eso no quiere que nadie vea o escuche a su madre y la mantiene en cautiverio.
En la obra nadie habla de amor, pero sí se habla de una sed de deseos sexuales que está relacionada con la sed que existe en ese poblado, donde el agua no corre. Lo que significa que las características del exterior de la casa, en conjunto con los sucesos son paralelas a lo que va sucediendo en el interior. Cuando se escucha el canto de los segadores, todas las hijas de Bernarda junto con Poncia corren a mirarlos por una ventana, mostrando la sed que tienen de hombres, cuando ellos van a doblar la esquina Adela les dice:”vamos a verlos por la ventana de mi cuarto.” Los segadores dicen en un verso “abran puertas y ventanas”, lo que hace contraste con el encierro de la casa, además son hombres que trabajan bajo la luz del sol y ellas viven en la oscuridad,
El deshonor va llegando a la casa desde lo lejos y se va acercando al interior gradualmente. Primeramente, ocurre la deshonra con Paca la Roseta en el bosque de olivas, después con la hija de la Librada en la calle, este hecho es más próximo a la vivienda, y por último con Adela dentro de la casa. Cuando ocurre el incidente con la hija de la Librada, se destaca aún más el paralelismo entre el exterior y el interior. Bernarda es el pueblo que está matando a la hija de la Librada, Adela es la hija de la Librada que está siendo juzgada por la sociedad. El niño que la Librada esconde bajo las piedras, es la pasión escondida que existía entre Adela y Pepe, las piedras que utiliza la hija de la Librada para ocultar a su hijo son el corral, que es el lugar donde ellos esconden su pasión. La hija de la Librada es soltera igual que Adela, y Bernarda quiere que la maten con varas de olivo y mangos de azadones, que son hechos de madera al igual que su bastón, que representa su mandato y Adela lo quiebra antes de morir. Adela decide morir por sus propias manos, pero cómo todo ocurre en la prisión moral de Bernarda, esta se encarga de vociferar, que su hija ha muerto virgen, demostrando así su hipocresía.
A través de estos incidentes, se aprecia cómo sufren las mujeres que son capaces de sublevarse ante ese círculo vicioso y cómo son repudiadas por la sociedad. El odio es un sentimiento dominante en la obra, todo el pueblo siente un gran odio hacia Bernarda por su modo de ser. La miran como un individuo malvado, que no transgrede al tomar el mandato de la casa tras el fallecimiento de su esposo. A los de afuera les molesta que Bernarda imposibilite que los asuntos de su casa salgan al exterior y por eso se sienten curiosos por la tensión que existe dentro. Su éxtasis de persona pudiente provoca que su figura sea más negativa para los que viven a los alrededores. Entonces, estos habitantes se convierten en vigilantes alegóricos de la casa, y la circundan con miradas de reojo.
Federico García Lorca ha dejado en esta obra una huella clara de su ideología. Ha demostrado su rechazo por las personas de mente cerrada, como lo es Bernarda y la mayoría de los que viven en el pueblo. Lorca pone al lector o al espectador en calidad de juez y enseña que no se deben otorgar o quitar derechos basados en la forma que tiene un individuo de ver el sexo. Para el lector, Bernarda y la sociedad pasan de ocupar el lugar de acusadores a acusados, porque ellos son dictadores que castigan a personas por el simple hecho de tener una ideología y aspiraciones diferentes a las que ellos quieren aparentar. Lorca hizo la obra de una forma que provoca que se sienta pena por Adela, sus hermanas, María Josefa, la mendiga en manos de la criada, la hija de la Librada y por Paca la Roseta, es decir, que crea unos seres que inspiran afecto porque son los inofensivos y más reprimidos. Por otro lado, crea otros como Bernarda y el pueblo, a estos les da poder y lo utilizan cruelmente por su forma de ver la vida, causando que sean ellos que son los justicieros sean los mal vistos por los que disfrutan de su obra.
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