¿Qué es la ética en la traducción?
La ética en la traducción puede definirse como el conjunto de principios y valores que guían la conducta de los traductores en el ejercicio de su profesión. Estos principios y valores pueden estar basados en normas morales, legales o deontológicas, que regulan las obligaciones y responsabilidades de los traductores hacia sus clientes, sus colegas, los autores de los textos originales y los receptores de las traducciones.
Algunos de los principios éticos más importantes en la traducción son:
- La fidelidad: el respeto al mensaje, al estilo y a la intención del autor original, sin alterar, omitir o añadir información.
- La calidad: el cumplimiento de los estándares de calidad exigidos por el tipo de texto, el propósito de la traducción y las expectativas del cliente.
- La competencia: el dominio de las lenguas y las materias implicadas en la traducción, así como la actualización y la formación continua.
- La confidencialidad: la protección de los datos e informaciones sensibles o privadas que se manejan en la traducción, sin divulgarlos ni utilizarlos indebidamente.
- La imparcialidad: la ausencia de sesgos, prejuicios o influencias externas que puedan afectar a la objetividad o la independencia del traductor.
- La honestidad: la transparencia y la integridad en la relación con el cliente, informando sobre las capacidades, las limitaciones y las condiciones de trabajo del traductor.
- La cooperación: el respeto y la colaboración con los colegas, los revisores y los otros agentes involucrados en el proceso de traducción.
Hoy quiero centrarme en uno de los puntos más relevantes de la ética en la traducción: la fidelidad a la intención del autor. La fidelidad a la intención del autor es la la capacidad de reproducir el mensaje, el estilo y la intención del autor original en la lengua de destino, sin distorsionar ni modificar su sentido. La fidelidad implica un respeto al autor original, a su obra y a su contexto cultural, así como al receptor de la traducción, que espera recibir una información veraz y coherente.
La traducción es una actividad que implica mucho más que el simple trasvase de palabras de una lengua a otra. La traducción es una forma de mediación entre dos o más culturas, que requiere de una serie de habilidades y competencias por parte del traductor, tanto lingüísticas como extralingüísticas, para lograr una comunicación efectiva y respetuosa.
Mantener la intención original del autor está muy, por tanto, de hacer una traducción literal o mecánica. Se trata de adaptar el texto a la lengua y la cultura de destino, teniendo en cuenta las diferencias lingüísticas, culturales y pragmáticas que puedan existir. El traductor debe ser capaz de identificar y resolver los problemas de traducción que se presenten, utilizando las estrategias y los recursos adecuados para lograr una equivalencia funcional entre el texto original y el texto traducido. Por eso, los traductores además de ser expertos en la lengua, deben tener una gran sensibilidad cultural y conocer muy bien los matices de la lengua y las expresiones idiomáticas.
Lo más básico para transmitir bien la intención del autor es entender bien la lengua con sus matices culturales. Por ejemplo, estas son algunas cosas básicas que habría que tener en cuenta:
- Los falsos amigos: palabras que se parecen en dos lenguas, pero que tienen significados diferentes o incluso opuestos. Por ejemplo, en inglés, la palabra "actual" significa "real" o "verdadero", mientras que en español, la palabra "actual" significa "presente" o "moderno".
- Los modismos: expresiones fijas o idiomáticas que tienen un significado figurado o simbólico, que no se puede deducir de sus componentes literales. Por ejemplo, en español, la expresión "estar en la luna" significa "estar distraído" o "despistado", mientras que en inglés, la expresión equivalente es "to be on cloud nine", que significa "estar en el séptimo cielo" o "muy feliz".
- Los referentes culturales: elementos que aluden a aspectos específicos de una cultura, como nombres propios, lugares, costumbres, instituciones, etc. Por ejemplo, en español, la expresión "hacer la mili" se refiere al servicio militar obligatorio que se realizaba en España hasta el año 2001, mientras que en inglés, no existe un referente cultural equivalente, por lo que se podría traducir como "to do the compulsory military service".
- Los marcadores de cortesía: elementos que indican el grado de formalidad, respeto o deferencia que se quiere mostrar al interlocutor, como los pronombres de tratamiento, los verbos modales, las fórmulas de saludo, etc. Por ejemplo, en español, el uso del pronombre "usted" implica un mayor nivel de cortesía que el uso del pronombre "tú" como ya sabemos, mientras que en inglés, el uso del pronombre "you" no implica ninguna diferencia de cortesía.
Pero además de los elementos más propiamente lingüísticos mencionados arriba, a la hora de ser fieles a la intención del autor, los traductores pueden encontrarse con situaciones en las que mantener la intención original del autor suponga un conflicto ético, ya sea por razones legales, sociales o personales. En estos casos, los traductores deben evaluar las posibles consecuencias de su traducción, tanto para ellos mismos como para los demás, y tomar una decisión responsable y profesional.
Algunos ejemplos de dilemas éticos en este sentido podrían ser:
- La traducción de textos que contengan información falsa, engañosa o ilegal, que puedan causar daño o perjuicio a terceros. Por ejemplo, la traducción de un contrato que contenga cláusulas abusivas o ilegales, o la traducción de un testimonio que contenga mentiras o falsedades.
- La traducción de textos que expresen opiniones o ideologías contrarias a los valores o principios del traductor. Por ejemplo, la traducción de un discurso político que defienda una postura que el traductor rechace o critique, o la traducción de un texto religioso que contradiga las creencias o convicciones del traductor.
- La traducción de textos que puedan generar conflictos o tensiones entre grupos sociales, culturales o políticos. Por ejemplo, la traducción de un texto histórico que presente una versión sesgada o parcial de los hechos, o la traducción de un texto humorístico que contenga chistes o bromas ofensivas o discriminatorias.
Ante estos dilemas éticos, los traductores tienen varias opciones:
- Aceptar el encargo y realizar la traducción con fidelidad, respetando la intención original del autor, pero sin compartir ni apoyar su contenido. Esta opción implica una actitud profesional y objetiva, pero también puede suponer una renuncia a la propia opinión o conciencia del traductor.
- Aceptar el encargo y realizar la traducción con ciertas modificaciones, adaptando o suavizando el contenido del texto original, para evitar o minimizar el posible daño o conflicto que pueda causar. Esta opción implica una actitud prudente y diplomática, pero también puede suponer una alteración o una traición a la intención original del autor.
- Rechazar el encargo y no realizar la traducción, alegando motivos éticos, morales o personales, que impidan al traductor realizar el trabajo con profesionalidad y calidad. Esta opción implica una actitud honesta y coherente, pero también puede suponer una pérdida de oportunidades o de clientes para el traductor. Pero uno dormirá con la conciencia tranquila.
No existe una solución única ni fácil para resolver estos dilemas éticos. Cada situación debe ser analizada con criterio y sensibilidad, teniendo en cuenta las circunstancias particulares, las expectativas del cliente, las normas legales y deontológicas aplicables, y las consecuencias potenciales de cada opción. Lo más importante es que los traductores sean conscientes de su responsabilidad y de su compromiso ético, y que actúen con respeto, integridad y profesionalidad.
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